Si en México logramos detener el avance del tabaquismo entre los jóvenes, estas medidas habrán valido la pena.
La reciente puesta en marcha en México de la nueva ley “antitabaco” generó una gran controversia que, aunque no sorprende, llama la atención por el enfoque equivocado con el que se ha abordado en la opinión pública.
En las redes sociales, los medios de comunicación y hasta entre la clase política, se maneja la idea de que lo que se pretende es que los fumadores dejen de hacerlo y que, en todo caso, estas medidas atentan contra su derecho a decidir.
Según la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren más de ocho millones de personas en el mundo debido al tabaquismo. Fumar es uno de los factores de riesgo más importantes para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares que son, después de la covid-19, la causa número uno de muerte en México. No en balde se dice que la industria tabacalera es la que más clientes pierde cada año por consumir sus productos.
Con uno de los índices de obesidad más altos del mundo se calcula que, para el año 2030, casi el 37% de los adultos en México padecerá de obesidad. A esto sumémosle diabetes, una dieta inadecuada y poca actividad física; no, México no necesita más factores de riesgo cardiovascular y el tabaquismo es uno de los más importantes.
Es claro que se requiere una intervención, sin embargo, la pésima capacidad de comunicación, característica de este gobierno hizo que, lo que debiera ser una decisión muy simple en materia de salud, se convirtiera en una discusión sobre “las libertades” y “los derechos humanos”. Nada más alejado de la realidad. El objetivo final de la ley antitabaco debe ser salvar vidas cuando, situaciones extremas requieren medidas extremas que intentaré explicar a continuación.
Con la nueva ley antitabaco, México se convierte en uno de los países con mayores restricciones para el consumo de estos productos en lugares públicos, pero dista mucho de estar sólo en este tema. Canadá, Japón, Nueva Zelanda, Costa Rica, Malasia, Buthan y varios estados de la Unión Americana han adoptado leyes cada vez más estrictas que van, desde la prohibición absoluta de la venta de tabaco a menores, hasta el no fumar en espacios abiertos donde se congregue la gente. Parques, playas, estadios y hasta una zona que abarca un radio de 50 metros de los hospitales o edificios públicos, son zonas libres de tabaco en muchas ciudades del mundo.
En mi opinión, la nueva ley en México, aunque draconiana, es correcta y procede de dos metas concretas: el proteger a los no fumadores y el retrasar el inicio del tabaquismo entre los jóvenes.
El primer objetivo, proteger a quienes no fuman, se logra al evitar que exista humo de segunda mano en el ambiente. Sí, ninguna persona, adulto o niño, debe respirar el humo que produzca otra; ya sea al interior o al exterior. Sucede todos los días, aunque no se reconozca, ya que el solo hecho de poder oler el aroma del humo de tabaco implica que éste ya se ha respirado en el ambiente. Y sí, más allá de la incomodidad, el humo de segunda mano es tan dañino como el inhalado voluntariamente.
Insisto, no es discriminación. Es proteger a quienes no fuman.
El segundo objetivo se alcanza si los menores de edad no están expuestos a la imagen y la publicidad de los productos de tabaco. En México, la edad promedio en que los jóvenes comienzan a fumar es a los 14 años, por lo que todos los esfuerzos que se hagan para posponer ese momento serán válidos.
En el mundo, se han llevado a cabo labores importantes para restringir el acceso al tabaco a los menores, así como se han adoptado estrictas normas para limitar la publicidad y la exhibición de cigarrillos. Si en México logramos detener el avance del tabaquismo entre los jóvenes, estas medidas habrán valido la pena.
El problema de implementación surge cuando un gobierno que repitió hasta el cansancio que “no violaría las libertades” en las etapas más difíciles de la pandemia, súbitamente pretende tener la autoridad para normar algo tan delicado para la opinión pública, sin respaldarse de un plan de comunicación adecuado.
Debido a la pésima comunicación, ya han surgido grupos que buscan mecanismos legales y amparos en contra de esta legislación. Es normal que lo hagan. La industria restaurantera y de hospitalidad genera cientos de miles de empleos, por lo que no quieren que una parte de sus clientes esté a disgusto. Es importante entonces, que estas empresas entiendan los beneficios que, el no inhalar humo ajeno representa para la mayoría de sus parroquianos y huéspedes, adultos y niños.
De acuerdo con la reglamentación anterior, debían existir áreas asignadas para fumadores, aisladas y con ventilación adecuada; por lo tanto, la medida fácil fue asignarles las áreas exteriores con lo que los no fumadores perdieron el privilegio de no respirar tabaco en las terrazas, a menos que accedieran a compartir el espacio con quienes sí fuman.
El hacer poco accesibles los productos de tabaco, encareciéndolos ad absurdum, ha sido uno de los métodos más socorridos en el mundo para evitar que los menores, normalmente con menos recursos, los consuman. El Impuesto al tabaco, por ejemplo, es una medida adoptada en la mayoría de los países, en algunos de ellos, con tasas impositivas que van arriba del 80%. En México, sin embargo, el IEPS al tabaco ha sido históricamente mal utilizado, ya que, a diferencia del resto del mundo, ni un solo centavo de este dinero se convierte en investigación en salud o atención a pacientes con enfermedades producidas por el tabaquismo. En México, los IEPS son simplemente ingresos que se asignan al gasto corriente.
Insisto, no se trata de que el Estado se convierta en un ente moralizante. No estamos hablando de conductas o valores personales. Se trata de proteger a quienes no fuman y estoy convencido de que corresponde al Estado el aplicar las medidas de salud pública que sean las más adecuadas.
La administración actual ha abundado en errores en materia de salud, baste ver las cifras mortales acumuladas en tres años de pandemia. Si el gobierno tuvo un enorme desacierto al no apoyar o reforzar el uso de cubrebocas, en esta ocasión está haciendo lo correcto. Como siempre, me gusta regresar al ejemplo del uso del cinturón de seguridad en los años 80. En un inicio, en México, como ocurrió en todo el mundo, la medida fue tomada como un atentado a las libertades. Sin embargo, el cinturón de seguridad salva vidas. No es algo que pueda negociarse o discutirse (aun así, hay gente que se niega a utilizarlo).
El proteger a los no fumadores y evitar que los menores se inicien en el tabaquismo, es simplemente de sentido común. Una ley -insisto- tan draconiana como esta, es incómoda, pero necesaria.
Las enfermedades cardiovasculares están matando hoy a mucha gente, por lo que cada vida que se logre salvar habrá pagado con creces el esfuerzo.
FUENTE: lalista