. Migrantes y refugiados
Docentes de ciudades del sur de México son sensibles a la situación de miles de niños y adolescentes refugiados y migrantes cuya formación académica se interrumpió cuando huyeron de sus comunidades. Con ayuda de la agencia de la ONU para los refugiados niños hondureños, indígenas mam, salvadoreños, mexicanos y haitianos comparten herramientas y culturas mientras reciben su educación.
“Creemos que la educación es un derecho humano – independientemente de la nacionalidad –acceder a la educación favorece el desarrollo de los niños. Es bueno para la niñez, la familia, la comunidad, es bueno para todos. Todos ganamos cuando apoyamos a las personas para que se conviertan en ciudadanos educados”, dice María Teresa Niño Ovando, maestra en una escuela de Tapachula, en el estado mexicano de Chiapas.
Muchos maestros en diferentes ciudades del sur de México son sensibles a la situación de miles de niños, niñas y adolescentes refugiados, solicitantes de asilo y migrantes, que se enfrentan a un rezago importante porque su formación académica ha sido interrumpida tras huir de sus casas. Desde hace varios años, estos maestros buscan que esos niños puedan continuar sus estudios mientras sus procesos de asilo siguen su curso ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados porque saben que la educación es un una garantía fundamental.
Ley mexicana sobre refugio y asilo
La ley mexicana sobre refugio, protección complementaria y asilo político permite el acceso a la educación de las niñas, niños y adolescentes refugiados. Muchos maestros han abierto espacios para todos, aunque sus escuelas requieren de muchos apoyos e insumos.
El derecho a la educación y la inserción escolar también son principios básicos previstos en el Pacto Mundial de Refugiados y el Marco Integral Regional de Protección y Soluciones, impulsados por la ONU.
“Al menos aquí, en México, la educación básica es obligatoria. Se ha extendido hasta la preparatoria (preuniversitaria), pero sabemos que eso está muy lejos de la realidad. (…) Es importante que sigan estudiando porque es en esas etapas de los primeros años en donde adquieren lo necesario, que es el fundamento de la educación para poder seguir progresando en cuanto a lo intelectual”, sostiene Rogelio Rojas Becerra, maestro en la escuela primaria Venustiano Carranza Garza, ubicada en Ciudad Hidalgo, Chiapas.
© ACNUR/Pierre-Marc René
Un grupo de la Escuela Secundaria Federal José María Morelos y Pavón de Tenosique, Tabasco. Esta escuela acoge a varios alumnos refugiados y solicitantes de asilo.
ACNUR apoya a las comunidades
En 2019, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) realizó un diagnóstico exhaustivo entre las comunidades con el fin de saber qué necesitaban para el desarrollo de diferentes proyectos locales.
Uno de los temas recurrentes fue el acceso a la escuela y la necesidad de infraestructuras educativas más dignas y seguras. La situación educativa se deterioró con la pandemia de COVID-10, que causó el cierre total de las aulas y provocó un mayor atraso escolar.
“Tenemos más niños de lo esperado y sus necesidades parecen ser más complejas. Por ejemplo, después del COVID-19 han aparecido más problemas de comportamiento y retraso educativo. Los profesores tenemos mucho que hacer para ayudar a los niños a superar el retraso escolar”, explica la maestra Niño Ovando.
En 2020, a través de un programa trienal con Educate a Child -que promueve la inserción escolar de niñas, niños y adolescentes refugiados que se encuentran fuera de la escuela-, ACNUR realizó diferentes intervenciones en escuelas e impartió capacitación a docentes y otro personal del sector en Chiapas, Oaxaca, Tabasco y Veracruz con el objetivo de apoyar a las comunidades de acogida y ampliar las oportunidades de soluciones duraderas de las familias y niñez refugiadas.
Más de 80,000 alumnos refugiados y locales de nivel básico de Tapachula, Ciudad Hidalgo, Unión Juárez, Palenque, Tenosique, Acayucan, Oluta e Ixtepec recibieron paquetes de útiles escolares durante la pandemia.
Además, en 2022 se remodelaron y habilitaron 39 aulas de cómputo en escuelas de Tapachula, Palenque, Tenosique, Acayucan, Oluta e Ixtepec, que también se equiparon con computadoras, impresoras, pupitres, pizarrones, mesas, sillas y otros mobiliarios.
Con fondos de la Agencia Alemana de Cooperación se construyeron cuatro aulas y baños en dos escuelas de Ciudad Hidalgo, Chiapas, lo que permitió que el alumnado dejara sus salones temporales instalados en el campo deportivo.
© UNHCR/Antoine Tardy
Uriel Vázquez Peña enseña en una escuela de Tapachula, en Chiapas, México, desde hace 20 años. Afirma que los niños aceptan las diferencias más fácilmente que los adultos. En sus grupos ha habido niños de Honduras, indígenas Mam, El Salvador, Haití, y todos comparten sus conocimientos y sus culturas.
Espacio propicio para el aprendizaje
“Nuestra escuela tiene muchas carencias. Si nos damos cuenta, nuestras aulas, son tres salones que estaban enmallados y eso no nos permite realizar algunas actividades, como usar la tecnología, proyectores u otras alternativas. Se nos hace un poco más difícil”, señala Yadira Yaneth Díaz Renoj, maestra en la escuela primaria Venustiano Carranza Garza, ubicada en Ciudad Hidalgo.
“Estamos alegres porque ahora vamos a estar en un aula y esto es realmente el espacio propicio para que los niños puedan aprender bien”, agradece por su parte el maestro Rogelio Rojas Becerra.
Para Jorge Francisco Hernández Solorzano, director de la Escuela Primaria Vespertina Josefa Ortiz de Domínguez, en Palenque, Chiapas, estos apoyos son importantes para fortalecer el aprendizaje del alumnado, particularmente en este plantel educativo, que registra un 20% de niños refugiados.
“La condición socioeconómica de la mayoría de los padres de familia es baja o muy baja. Esto representa un acercamiento para nuestros alumnos porque muy difícilmente tienen el acceso en sus casas a un medio digital, aunque sean niños nacidos en la era digital. Es importante que aquí en la escuela se les pueda orientar a través de estas computadoras. Los va a beneficiar”, apunta el director.
Inclusión e integración de los niños refugiados
El maestro tapachulteco Uriel Vázquez Peña observa que los niños extranjeros suelen ser más aceptados que los adultos, por lo que la educación no sólo fortalece las capacidades del alumnado, sino que promueve su inclusión e integración en la comunidad.
“He visto cómo los niños hondureños, indígenas mam, salvadoreños, mexicanos y haitianos, todos ellos en el aula, comparten herramientas y culturas. Para ellos no es tan extraño como para los adultos, ven la diferencia como algo normal en el aula. Como maestros en ciudades fronterizas, estamos acostumbrados a esta diversidad, hay diferentes nacionalidades y culturas”, puntualiza.
Convivir con los niños de diferentes nacionalidades permite fortalecer el aprendizaje e intercambiar sobre culturas y ser más sensibles con respecto a los demás, agrega Cecilia del Carmen Real Magaña, maestra de español en la Escuela Secundaria Federal José María Morelos y Pavón de Tenosique, Tabasco, y destaca que las herramientas y apoyos que se les dan en la escuela les ofrece la oportunidad de reafirmar esta inclusión.
“La convivencia hace que se integren muy rápidamente. Los chicos se vuelven solidarios y los apoyan. Para nosotros, los maestros, es satisfactorio pero, más que nada, es gratificante y nos llena como seres humanos porque, aunque estén aquí una temporada, sabemos que los podemos educar y a través de la convivencia ellos van conociendo nuestro país. Eso, como maestra, me alimenta”, concluye.
FUENTE: news.un. org