México debe entender que forma parte del corredor migratorio más importante del mundo y cambiar el enfoque de sus políticas públicas en la materia, por uno que permita evitar que miles de personas queden atrapadas en sus fronteras, expone la autora del libro “Vidas desplazadas. La migración en México”
La política migratoria ha estado guiada por el racismo, la xenofobia y la discriminación y no por los datos de la realidad, que evidencian que no debería ser un problema y que, incluso, puede constituir una oportunidad para el desarrollo, plantea Ana Mercedes Saiz Valenzuela.
En entrevista, la coordinadora del libro “Vidas desplazadas. La migración en México”, editado por Debate, señala que México se ha vuelto un colaborador de las políticas migratorias de Estados Unidos.
La especialista enfatiza que la migración es un fenómeno global. “Debemos entender a las personas que migran, no como una masa homogénea, sino con problemáticas diversas y complejas”.
El libro, en el que participan 18 académicos y expertos en el tema, ofrece un mosaico que ayuda a entender la dinámica migratoria, partiendo de una visión global, aunque con énfasis en la dinámica regional.
—¿Qué ofrece este libro?
—Ofrece la oportunidad de tener un acercamiento a grandes expertos del tema de la migración.
Tiene muchos temas específicos. Por ejemplo, hay un capítulo dedicado a la migración de niñas y niños, otro analiza la relación binacional México-Estados Unidos, otro de la frontera norte, otro habla de las mujeres migrantes.
Es una lectura obligada, si queremos, tener un panorama general de lo que está pasando en este tema en nuestra región.
—Parece que México no está haciendo lo suficiente para cumplir con sus compromisos internacionales en materia migratoria. ¿Lo hace porque no puede o porque simplemente hay una decisión de no hacerlo?
—Es un asunto complejo.
El Pacto Mundial de Migración es una buena hoja de ruta. México fue el promotor y, por ejemplo, el objetivo 13, es la no detención migratoria, pero estamos rompiendo récords en personas detenidas en estaciones migratorias.
Está bien explicado en el libro, que la relación con Estados Unidos es muy estrecha en materia comercial, seguridad y siempre el asunto de la migración ha sido como una moneda de cambio.
México se vuelve socio colaborador de las políticas migratorias norteamericanas y esto hace, a veces, que la letra de los acuerdos sobre la ley no se aplique como debería.
—¿La solución al problema de la migración debe ser construida entre México y Estados Unidos?
—No, nada más. Justo también el libro ayuda a entender eso. Se trata de un fenómeno global.
Tenemos que comprender que las causas por las que están migrando las personas y el objetivo de que tienen de llegar, tal vez a Estados Unidos o a México, pues obedecen a muchas razones.
No es simplemente poner barreras o muros, ya sea físicos, como el de Tijuana o muros con Guardia Nacional o muros burocráticos para que sea dificilísimo sacar documentos migratorios. Se trata de entender una política global y realmente abrir vías para la migración regular, porque esa es la única manera de proteger a las personas de los riesgos que pueden tener, como de traficantes de personas y de tragedias tremendas como la de los tráileres volcados en Chiapas o en Texas.
Es, justamente, abrir estas vías regulares y armar las políticas migratorias, de una manera regional, pero estando conscientes de la realidad del mercado laboral, la realidad demográfica, la realidad de violencia y la persecución que puede haber en algunos países, Entender a las personas que migran del sur al norte, no como una masa homogénea, sino con problemáticas diversas y complejas.
—¿Tomando en cuenta el tamaño de la población, del territorio y de su economía, México puede atender más migrantes de los que atiende, por ejemplo, solicitantes de refugio?
El libro ayuda a dimensionar el asunto. En un país de 126 millones de habitantes, como es México, pues no debería de suponer ningún problema, si estuviéramos preparados y conscientes que somos el corredor migratorio más importante del mundo.
Lo que necesitamos es cambiar este enfoque y dejar de tener estas políticas que hacen que la gente se quede atrapada en las fronteras, como en Tapachula o Tijuana.
Eso es lo que provocó una crisis y puede reventar las capacidades de un municipio o de una ciudad pequeña.
Pero, si le diéramos a las personas una oportunidad real de tener documentos, de pedir asilo, o bien de hacer un trámite de regularización migratoria, tal vez por oferta laboral, creo que podríamos potenciar mucho el beneficio que podrían traer estas personas y podríamos dejar de generar estas crisis por el miedo, la xenofobia y la discriminación.
En México, solo el 2% de la población son personas extranjeras, según el censo de población, y la mayoría de ellas son estadounidenses. O sea, binacionales, hijos de, tal vez nacidos en Estados Unidos, de personas que en algún momento estuvieron allá.
Entonces, realmente, creo que hay que ponerlo en proporción para darnos cuenta de que, la política migratoria ha estado guiada por el racismo y por la xenofobia y la discriminación y no por las cifras o los datos, ni del mercado laboral, ni de la realidad mexicana.
—¿Es posible darle la vuelta al problema y convertirlo en una oportunidad?
Es que se vuelve un problema con este tipo de gestión que se está implantando, pero no debería de ser un problema.
Las migraciones siempre han existido, han forjado las civilizaciones. Es como una característica de los seres humanos.
Entonces, sin duda, si construyéramos las políticas migratorias con base en los datos duros, en realidad, digamos, objetiva, no tendríamos estas crisis que se provocan.
—¿Hay elementos que permitan pensar que estamos en la ruta correcta para solucionar el problema?
Bueno, al estar el tema tan politizado y en la puerta de las elecciones, tanto en México como en Estados Unidos, se vuelve un asunto difícil de tratar de manera objetiva.
Sí, tenemos todas las respuestas, como en el Pacto Mundial (para las migraciones), nuestras leyes, incluso las convenciones internacionales, pero insistimos en ir generando estas barreras que lo que hacen es que las personas se vean desesperadas y tengan que usar traficantes de personas, que tengan que hacer esos cruces de manera indocumentada, poniéndose en riesgo, justamente porque no hay una política migratoria que responda a la realidad, sino a las fantasías y miedos que existen en las personas que toman las decisiones.
—Ustedes plantean también el asunto de la migración interna. ¿De qué tamaño es ese problema en México?
Lo que hemos visto en México, sobre todo cuando vamos a los albergues de la frontera norte o incluso en estas tristísimas tragedias, es que, más o menos la mitad son personas mexicanas. Igual ocurre en los cruces y las detenciones en la patrulla fronteriza norteamericana.
En México estamos viviendo un desplazamiento forzoso yo me atrevería a decir que sin precedentes.
Solo algunos estados, como Guerrero o Chiapas, tienen una ley de desplazamiento forzado, en cambio, no hemos logrado hacer una ley nacional y, por lo tanto, no hay cifras claras de la dimensión del problema que tenemos de desplazamiento interno.
FUENTE: eleconomista